Hasta ahora, puedo compartir tres breves lecciones de vida que he aprendido en mi corta trayectoria.
Actualizado: 26 abr 2023
POR LA REVISTA ELITE ESCRITORE INTERNACIONALES No. 37
15 DE ABRIL DE 2023 POR SOL BARRIENTOS.
Octaviano Merecias-Cuevas.
Doctorante y Fundador de emergente.us
Nací en Oxaca, México y desde hace años soy un inmigrante en Oregón, EE. UU.
Recibí la carta de aceptación para un doctorado en la Universidad de Hopkins a las 4:15 PM por correo USPS, y de inmediato experimenté una cascada de pensamientos relacionados con el síndrome del impostor, dudas y autosabotaje inconsciente, algo con lo que miles de inmigrantes pueden identificarse. Así que tomé mi mochila y me embarqué en esta nueva aventura. No es fácil equilibrar tres trabajos mientras se sigue avanzando, agitando un ala quebrada para aprender a volar. Nosotros, los inmigrantes, somos puentes y raíces habitando en la amplitud de la ambigüedad, la distancia, los nexos y las intersecciones; y es ahí donde reside nuestro poder. Espero que estas palabras de un indígena inmigrante trilingüe que vive en tres mundos lleguen como un mensaje de solidaridad a cualquiera que esté iniciando su nuevo vuelo.
Explora tu identidad en un océano de ambigüedad, obstáculos, fluctuaciones, desafíos e incertidumbres; solo en ese espacio, el puente echa raíces y se vuelve único.
Vivir en mundos simultáneos es la realidad cotidiana del inmigrante. Algunos de nosotros habitamos en tres mundos, tres idiomas y tres culturas, todos conectados a la misma raíz. Al llegar a los Estados Unidos a los 16 años, sentí una desconexión entre la tierra que me vio nacer y la que me acogió. En ese espacio de desconexión surgen dudas, oportunidades, miedos, persistencia y la necesidad de reinventarse. Fue ahí donde descubrí mi identidad como puente cultural y lingüístico, conectando culturas que se desvanecen y emergen. Abandonamos lo que dejamos atrás y acogemos lo que nos espera, adoptando la identidad de un puente. Con estos desafíos, comenzamos a redefinir el éxito, a amar la autenticidad y a reconectarnos con nuestras raíces.
Tus cicatrices representan un compendio académico de lecciones aprendidas.
Las cicatrices que llevamos son tatuajes que alimentan nuestro espíritu de superación. A lo largo de mi vida, he enfrentado numerosos obstáculos, algunos me hicieron verlos como fracasos y otros como lecciones. Cada experiencia es como un árbol que ofrece hojas de sabiduría, permitiéndonos practicar la aceptación y la humildad de entregarnos a lo que no podemos controlar. He aprendido la magia de la disciplina, la perseverancia y la consistencia, que pueden vencer la falsa creencia de que solo aquellos con talento o dones pueden triunfar. No creo en eso; creo en el trabajo duro, en levantarse después de caer y seguir adelante, en la autenticidad del imperfeccionismo. Aprendí a través de golpes fuertes, humillaciones y caídas que la consistencia es más importante que la genialidad y que enfrentarse a los desafíos sin miedo,es más gratificante que buscar la perfección antes de atreverse a volar. Creo firmemente en perseguir mis sueños sin pedir permiso; porque, esperar o buscar ese permiso me hace perder oportunidades. No siempre es necesario triunfar; pero, sí intentar y aprender. La autenticidad es el motor interno que valida mi valía, supera mis miedos y me impulsa a volar. A pesar de pensar que el fracaso estaba cerca, fui aceptado como estudiante doctoral en una de las 10 mejores instituciones. Ahora, mientras avanzo en el programa con un GPA de 4.0, me sorprende y agradezco lo que está sucediendo. No lo logré solo; sino, gracias al apoyo de personas que trabajaron conmigo en las empacadoras, en los campos, en las fábricas, a mis amigos y familia que caminan conmigo.
La sostenibilidad y durabilidad dependen de una perspectiva integradora que conecte nuestras acciones con el bienestar holístico.
Sé que nada en esta vida se logra solo. Las amistades duraderas, la familia, la cultura y el idioma han sido motores en mi camino. Tal vez no sea completamente mixteco; pues, dejé ese hermoso lugar a los 16 años; tal vez no sea enteramente mexicano; ya que, llevo 24 años lejos de esa bella tierra; tal vez no sea aceptado como estadounidense en una tierra de inmigrantes; pero, sí soy aceptado de corazón por aquellos que son puentes y raíces, manteniendo su identidad, cultura, lengua y buen caminar como brújula para seguir adelante. Aunque aún queda mucho por recorrer, estoy preparando mi mochila para continuar el viaje, levantando las plumas de un ala rota, cosiendo las heridas de mis cicatrices y llevando conmigo los amuletos de bendición que aquellos que caminan conmigo nos han brindado.
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